Segundo Lugar en el : Concurso Literario De Crónicas Urbanas 2018: Instituto Cervantes Milán, Nápoles y Roma (Italia)
Ana L. Monges
2 de julio 2012
Alice miraba al horizonte con
la mirada perdida. Aquella noche la joven emanaba un resplandor doloroso que le
recordaba una y otra vez como la había dejado Adalberto, después de diez años
de matrimonio.
Una lágrima moja su mejilla y le avisa lo que más teme sentir,
una tristeza trepar desde lo más profundo de sus entrañas. Se siente sola bajo
la penumbra aquella noche de julio, se conecta con su yo interno y llora
recordando aquellos años de felicidad que hasta ahora les parecen inciertos.
El dolor de la partida de su
querido Adalberto le recuerda que ha perdido un amor y su corazón se
escandaliza. Su cuerpo caliente se vuelve rígido, torna sus ojos al cielo que
ha oscurecido sin luna mientras busca respuestas en una galaxia olvidada por las
estrellas. Se reclama a si misma el hecho de su soledad y el frío le advierte
que debe cerrar las persianas. Se levanta del costado de las escaleras y
aprecia las coloridas casas de Sorrento, antes de despedirse de la noche de
Nápoles.
El mar azul hace que su
corazón se sienta menos triste y recobre el ánimo, busca el café que rompe de
hervor en su pequeña cocina. Regresa al pie de su ventana, se vuelve hacia ella
y el cielo oscuro ha recobrado brillo.Acaricia su pelo lacio como las olas y
sonríe dulcemente, la noche le susurra que a pesar de la tragedia alguien la
volverá a amar y ella vivirá como una hermosa aurora boreal.
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